sábado, 18 de junio de 2011

Megatermicas en el oeste - Clarin Rural

¿Qué gusto tiene la sal?

18/06/11 En los bajos de Carlos Tejedor improductivos y hasta con sal en la superficie, la grama rhodes cambió todo.
La actualidad del negocio ganadero y su perspectiva permiten asumir riesgos. Tanto las estrategias productivas para mantenerse en la actividad, como las nuevas inversiones, ayudarán, por un lado, a recuperar el stock ganadero y, por otro, a achicar las brechas productivas, aplicando tecnología.
La localidad de Carlos Tejedor es una zona de cría y recría tradicional en el oeste bonaerense, que a pesar de estar en el centro de cuatro localidades de alto potencial productivo, como Trenque Lauquen, Pehuajó, Junín y General Villegas, es una gran plano tendido que sufre anegamientos hídricos y que tiene un buen porcentaje de sus tierras improductivas.
Diversos productores de esta región encontraron en la siembra de pasturas megatérmicas, principalmente en la grama rhodes, una alternativa de transformación de esos suelos.
Ellos se esperanzan con esta gramínea subtropical, en base a los resultados favorables que arrojaron las pruebas que llevaron a cabo y que describieron en diálogo con Clarín Rural .
Benjamín Antonio es asesor de la estancia “El Cimarrón” y contó que gracias a la grama rhodes la producción de los bajos se duplicó respecto al campo natural. Mencionó que esto también repercutió en un significativo incremento de la cobertura de los suelos que, normalmente, están desnudos o inundados y, a su vez, se genera un cambio en la comunidad vegetal de los ambientes marginales.
Antonio reside en la localidad de Monte Buey, pero hace asesoramiento de campos en Tejedor. Contó que vio por primera vez a la grama rhodes, con excelentes resultados productivos, en planteos del norte de Córdoba, y recordó que luego de haber probado, sin éxito, con acelga forrajera, maíz de Guinea y achicoria en los bajos del oeste bonaerense, esta gramínea es una opción que pondría en producción, al menos, el 25% de las tierras de El Cimarrón.
La estancia, de 1.300 hectáreas, tiene el 45% de la superficie agrícola, el 20% destinada a la cría y a la recría y lo restante son bajos salinos, alcalinos o alcalinos-salinos. En estos últimos hay vegetación característica, como “pelo de chancho”, distintas especies de la familia de las salicornias y, en el mejor de los casos, otra gramínea, el gramón.
En su caso, las primeras pruebas comenzaron en el año 2010, con tres ensayos realizados con grama rhodes y panicum coloratum. Según cuenta el técnico, en el segundo año, la primera de las especies fue la que mostró el mejor comportamiento. Los resultados indican que se lograron entre 4.000 a 6.000 kilos de materia verde de grama en siembra convencional (La clave...) contra los 2.000 kilos promedio que produjo con agropiro.
Una de las recomendaciones de manejo que Antonio expresó fue no efectuar cortes mecánicos ni pastoreos durante el primer año de implantación, ya que la planta produce la semilla que, por la resiembra natural, permitirá cubrir más superficie de suelo en el segundo año. En este sentido, sostuvo que de sembrar una densidad de 6 a 8 plantas por metro cuadrado en la campaña 2010, este año el stand estaba cubierto hasta por unas 100 plantas.
Aclaró que la expansión estuvo dada por dos mecanismos: la resiembra natural y por el crecimiento de nuevas plantas que emergen de la elongación y el enraizamiento de los estolones. “Es sorprendente ver como en la superficie blanca, totalmente salitrosa, crece la planta”, dijo el técnico. En términos de cobertura vegetal, esto representa el 60% a 65% durante el primer año, que se elevó al 85% en este año.
Uno que no se anduvo con chiquitas con la grama rhodes fue Alfonso Hary, quien luego de conocer la respuesta de esta especie en los bajos de la estancia “La Esperanza”, un establecimiento mixto con ganadería de ciclo completó de la zona, esta campaña sembró 270 hectáreas.
Hary aclaró, respecto a la extensión que implantó, que el principal objetivo es recuperar bajos y no producir pasto, al menos en los primeros años.
En referencia a la estrategia, agrega que no hizo la totalidad de la superficie improductiva por varios motivos: el primero de ellos porque quería conocer como respondía la especie en una gran extensión; además, porque mientras la especie está en su etapa de establecimiento, los lotes están clausurados para la hacienda por unos tres años. En referencia a los costos indicó: “Sembrar grama cuesta lo mismo que implantar una buena alfalfa”, sintetizó.
Al comparar la prueba que hizo el año pasado contra las 300 actuales concluye que la condición de uno y otro caso es bien diferente. Explicó que el año pasado la producción de grama duplicó y, en algunos casos hasta triplicó, al campo natural, pero esta campaña, con la siembra muy retrasada y la condición climática de un verano seco, la megatérmica no tuvo el logro que esperaban.
“La semilla es importada y justo al momento que debíamos tenerla para sembrar, se detuvieron las importaciones. Entonces, en lugar de recibirla en octubre para sembrarla en octubre-noviembre, dispusimos de la semilla a finales de enero”, expresó Hary. Sin embargo, para él esta no fue una barrera y la sembró, pero sabiendo que esa fecha de siembra es muy tardía respecto a la óptima, lo que hace perder potencial, además porque tienen poco tiempo hasta las primeras heladas.
Estas experiencias aportan más claridad sobre el manejo de estos ambientes que, lejos de ser improductivos, muestran un potencial para explorar. No solo cabe hacer hincapié en su productividad sino también en el beneficio, lento pero progresivo, que aporta la grama sobre las características físicas y químicas de estos suelos